lunes, 23 de junio de 2014

EL VERANO YA LLEGÓ (AL PUEBLO)



Empieza la temporada veraniega y con ella aumenta la prevalencia en nuestras consultas de determinados males. Ocurre siempre por éstas fechas y es una epidemia inevitable. Entre ellos destacan:

El Síndrome Capital: Dentro de este hay dos subtipos que destacan por presentarse con más frecuencia ; son el 'Bilbado' y el 'Madris' Suelen ser emigrantes o hijos de emigrantes que se fueron a estas ciudades y vuelven al pueblo presumiendo de los buenos hospitales y profesionales que hay en las capitales y renegando de lo atrasados que estamos en el pueblo.

La enfermedad de la doble A (de Aparición Agostil): Ocurre sobre todo con hijos, pero también suele darse con sobrinos. Suele cursar en brotes en periodos vacacionales y tiene su mayor incidencia en el octavo mes del año, pero también hay descritos pequeños repuntes en Navidad y Semana Santa. El cuadro consiste en la detección brusca de 'el bajón' o deterioro general asociaciado a la edad por parte de familiares que no ven habitualmente al paciente.
Provoca una importante repercusión sobre el ánimo y la conciencia de las familias, por lo que suelen desencadenar consultas demandando milagrosas mejorías y infinidad de pruebas. La presentación más grave de esta enfermedad ocurre cuando se le reprocha al médico que no está lo suficientemente pendiente del pobre anciano (paciente)

El abuelo maleta: Se da en ancianos casi siempre viudos. Son pacientes itinerantes a meses de casa de los hijos. En cada cambio éstos quieren hacerlo mejor q el hermano anterior y demandan revisiones, analíticas y tratamientos de lo más enrevesado. En verano suelen volver al pueblo que los vio nacer y por supuesto que allí también tendrán que pasar la ITV de rigor.

Los yayos saturados: Son aquellos a los  que sus hijos les endosan a los nietos en el pueblo desde que les dan las vacaciones en el cole. Los padres de las criaturas suelen permanecer en la ciudad trabajando y los ancianos se ven sometidos al estrés de 'que al niño no le pase nada' por lo que hiperfrecuentaran nuestra consulta niño en mano buscando tranquilidad y consuelo.

El Hoy no me puedo levantar: Se presenta en los trabajadores más perezosos de la zona rural. Cuando el volumen de trabajo aumenta y se presentan en consulta todas las patologías anteriormente citadas, ellos 'no pueden con la vida' y piden a un amiguete médico que les de una baja.

En fin, que con todo esto y la estupenda labor de nuestras administraciones, se nos avecinan unos meses de lo más entretenido. Habrá que tomárselo con humor !!

miércoles, 4 de junio de 2014

HABLA CHUCHO QUE NO TE ESCUCHO



Hace unas cuantas guardias tuve un 'enfrentamiento' con la madre de un paciente de 10 años que me pedía le pusiera alguna inyección al chiquillo porque decía que le dolía mucho la cabeza y se negaba a tomar una pastilla.
El paciente en cuestión ya había sido valorado en Neurología y diagnosticado de "cefalea tensional" y visto en dos ocasiones durante los últimos días en urgencias con igual diagnóstico.
Después de exploración completa normal y descartando signos de alarma no accedí a ponerle el inyectable ansiado y la madre se me puso de uñas y me soltó un 'usted no me está escuchando' Ahí me dio en lo más hondo de mi orgullo profesional y le respondí repitiendo con pelos y señales cada una de las quejas que me había manifestado:
"que si todo empezó en el parque cuando el niño se cansó de llevar la bici"
"que, tras cargar ella con la bici, su hijo se negó a bañarse y cenar"
"y cuando el padre la tía y la abuela estaban contemplándolo comenzó con lo del dolor de cabeza pero, claro, no quería tomarse ningún analgésico"  

Tras mi relato, la madre de repente se tranquilizó y me pidió perdón: "siento lo que te he dicho, veo que sí me has prestado atención"
Una vez más calmada, le intenté explicar a la angustiada madre que el problema en este caso no era médico, sino conductual o educacional, y que si yo sucumbía a sus deseos, lo único que íbamos a conseguir era fomentar un comportamiento inadecuado. No quedó muy conforme con mi decisión y me "amenazó" con volver de madrugada si el niño seguía quejándose, pero creo que sí se convenció de que yo la había escuchado con toda mi atención.


Un tiempo después me vi yo del otro lado, cuando acudí al hostil hospital acompañando a un familiar a realizarse una prueba.
El médico en cuestíón mandó directamente al paciente desvestirse y sentarse en la camilla. Mientras la enfermera le tomaba la tensión y lo llenaba de electrodos, él le hacía preguntas situado de espaldas y a unos 3 metros de distancia, a la vez que escribía al ordenador el informe de la paciente anterior, cortando continuamente la conversación con quejas propias (menudo lío tengo hoy, cuantas pruebas he hecho ya, ahora me meten dos por el morro,...) o dejando incómodos silencios que evidenciaban claramente que el paciente no estaba siendo escuchado.

Tras esta vivencia tan desagradable me reafirmé en mi creencia previa de que lo primordial cuando un paciente entra en la consulta es ESCUCHARLO. Los diagnósticos, pruebas e informes ya vendrán después.

"Escúchalos, préstales atención: quien nunca toca la tierra, puede que nunca llegue al cielo" (Adam Mickiewicz)