miércoles, 4 de junio de 2014

HABLA CHUCHO QUE NO TE ESCUCHO



Hace unas cuantas guardias tuve un 'enfrentamiento' con la madre de un paciente de 10 años que me pedía le pusiera alguna inyección al chiquillo porque decía que le dolía mucho la cabeza y se negaba a tomar una pastilla.
El paciente en cuestión ya había sido valorado en Neurología y diagnosticado de "cefalea tensional" y visto en dos ocasiones durante los últimos días en urgencias con igual diagnóstico.
Después de exploración completa normal y descartando signos de alarma no accedí a ponerle el inyectable ansiado y la madre se me puso de uñas y me soltó un 'usted no me está escuchando' Ahí me dio en lo más hondo de mi orgullo profesional y le respondí repitiendo con pelos y señales cada una de las quejas que me había manifestado:
"que si todo empezó en el parque cuando el niño se cansó de llevar la bici"
"que, tras cargar ella con la bici, su hijo se negó a bañarse y cenar"
"y cuando el padre la tía y la abuela estaban contemplándolo comenzó con lo del dolor de cabeza pero, claro, no quería tomarse ningún analgésico"  

Tras mi relato, la madre de repente se tranquilizó y me pidió perdón: "siento lo que te he dicho, veo que sí me has prestado atención"
Una vez más calmada, le intenté explicar a la angustiada madre que el problema en este caso no era médico, sino conductual o educacional, y que si yo sucumbía a sus deseos, lo único que íbamos a conseguir era fomentar un comportamiento inadecuado. No quedó muy conforme con mi decisión y me "amenazó" con volver de madrugada si el niño seguía quejándose, pero creo que sí se convenció de que yo la había escuchado con toda mi atención.


Un tiempo después me vi yo del otro lado, cuando acudí al hostil hospital acompañando a un familiar a realizarse una prueba.
El médico en cuestíón mandó directamente al paciente desvestirse y sentarse en la camilla. Mientras la enfermera le tomaba la tensión y lo llenaba de electrodos, él le hacía preguntas situado de espaldas y a unos 3 metros de distancia, a la vez que escribía al ordenador el informe de la paciente anterior, cortando continuamente la conversación con quejas propias (menudo lío tengo hoy, cuantas pruebas he hecho ya, ahora me meten dos por el morro,...) o dejando incómodos silencios que evidenciaban claramente que el paciente no estaba siendo escuchado.

Tras esta vivencia tan desagradable me reafirmé en mi creencia previa de que lo primordial cuando un paciente entra en la consulta es ESCUCHARLO. Los diagnósticos, pruebas e informes ya vendrán después.

"Escúchalos, préstales atención: quien nunca toca la tierra, puede que nunca llegue al cielo" (Adam Mickiewicz)

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